jueves, 2 de febrero de 2012

"De straat de België" (Bélgica)

BÉLGICA.- País amparado por el Mar del Norte, Francia, Alemania, Holanda y Luxemburgo, poseedor de innumerables riquezas arquitectónicas, cuna de artistas y grandes pintores de la historia, sede del corazón del poder europeo y marco de gran parte de la historia de nuestro continente; me brindó la oportunidad en 2010 de poder adentrarme en las calles de sus ciudades y pueblos, de descubrir cada secreto guardado por siglos de historia y adentrarme en el mundo de sus costumbres y usanzas.
Consiguió cautivarme con cada rincón que recorría, y fascinarme con cada descubrimiento que añadía a los tópicos que ya llevaba preestablecidos desde España y no hicieron más que parecer triviales ante lo que sus ciudades brindaban a mis ojos… 

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Con todo ello, procuré escaparme uno de esos días “raros” de sol, al país colindante de los molinos y los tulipanes. Quería poder adentrarme en las arterias de esa ciudad cosmopolita conocida por sus bicicletas, su tolerancia y progresismo social. ÁMSTERDAM, ciudad no menos atractiva, pero que confrontaba con la realidad acostumbrada a vivir en mi ciudad natal.
Recorrida por canales, la inclinación de sus casas deja abiertas dos vertientes de explicación: el vencimiento de los pilares sustentados sobre terreno arcilloso bajo el mar, y la construcción premeditada para la subida de muebles, ya que esta ciudad se caracteriza por sus altas y estrechas viviendas.


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BRUJAS es una de esas ciudades que te fascina desde el primer momento. Sus casas antiguas bordeando los canales que recorren su estructura medieval la convierten en la “pequeña Venecia” belga. El corazón de Brujas, ocupado por las plazas principales, es el punto de partida de toda visita a la ciudad. Desde la Markt (plaza principal) a través de la pequeña calle Breidelstraat, se llega al Burg, la segunda plaza principal de Brujas. Allí, apretada en una esquina, se alza la Heiligbloed- Basiliek (Basílica de la Santa Sangre), donde se guarda celosamente una de las más importantes reliquias de la Iglesia Católica: gotas de la sangre de Cristo, traídas al parecer de Las Cruzadas en el año 1150. Esta fue una de las visitas que más me impactó. Lo sobrio del lugar, la oscuridad del interior armonizaba con el clima tempestuoso del día. Impresionaba la serenidad del sitio, la templanza de los allí asediados. Subiendo unas sinuosas escaleras de piedra lúgubre, accedimos a una especie de capilla venerada por miles de velas que contenían las peticiones de los allí creyentes. Y en lo alto de un simulado altar, un cilindro de cristal atusado en oro en los extremos, y custodiado por un clérigo, contenía la reliquia, a la que pudimos presentar nuestros respetos a modo de un peculiar “besamanos” al más estilo cofrade andaluz. Desde luego una experiencia atípica, utópica y virtuosa…